En su reporte "Tecnología energética perspectivas 2020", la Agencia Internacional de la Energía (IEA, po su sigla en inglés) entrega un análisis exhaustivo sobre las tecnologías necesarias para hacer frente a las emisiones en todas los frentes del sector energético, incluidas las esferas en las que todavía no se han producido avances tecnológicos, descripción en la que se circunscribe el transporte a larga distancia

De acuerdo con el análisis, en 2019, el transporte representó casi el 30% del uso de energía final en el mundo y el 23% del total de las emisiones directas de CO2 del sector energético. La reducción del uso de petróleo y de las emisiones de CO2 en los modos de transporte de larga distancia -transporte marítimo, aéreo y transporte pesado terrestre es particularmente difícil debido a sus requisitos de densidad energética y de potencia: las tecnologías de combustibles alternativos técnicamente viables no están todavía muy avanzadas y también es probable que cuesten inicialmente más que los combustibles basados en el petróleo.

Cada uno de los tres subsectores ha sido duramente afectado por la pandemia de Covid-19; el transporte aéreo, sobre todo, con un volumen de pasajeros en 2020 que se espera que sea la mitad de los niveles de 2019. Sin embargo, a largo plazo, se prevé que el aumento de los ingresos y el crecimiento demográfico continúen impulsando la demanda, exacerbando el desafío de la descarbonización.

En el escenario de desarrollo sostenible, las innovaciones operativas y técnicas permiten obtener mejoras en la eficiencia energética a corto y mediano plazo, mientras que el cambio a combustibles de bajo contenido de carbono y a sistemas de propulsión eléctrica impulsa la reducción de las emisiones a largo plazo. Sin embargo, ninguno de los tres subsectores se descarbonizará para 2070 cuando colectivamente emitan 1,0 GtCO2.

En el transporte marítimo, los biocombustibles, el amoníaco y el hidrógeno satisfarán más del 80% de las necesidades de combustible en 2070, utilizando alrededor del 13% de la producción mundial de hidrógeno. La eficiencia energética también contribuye de manera significativa. Estos cambios requieren un mayor rigor en los objetivos de eficiencia y en las normas de combustibles con bajo contenido de carbono para cerrar la brecha de precios con los combustibles fósiles y reducir el riesgo de las inversiones.

En el transporte aéreo, donde los requisitos técnicos de combustible son más estrictos, los biocombustibles y los combustibles sintéticos representan las tres cuartas partes de la demanda de combustible en 2070. Los combustibles sintéticos, que no se enfrentan a las mismas limitaciones de la oferta que los biocombustibles, aumentan a partir de aproximadamente 2030 para satisfacer casi la mitad de la demanda en 2070. Las políticas tendrán que gestionar el crecimiento de la demanda y promover nuevas tecnologías de aeronaves y motores.

En el transporte por carretera, la electricidad y el hidrógeno dominaran la mezcla de combustibles en 2070, impulsando vehículos que ya no dependen de motores de combustión interna. Esto depende de la rápida evolución de las baterías y las pilas de combustible, así como de las inversiones masivas en nuevas infraestructuras, como estaciones de repostaje de hidrógeno, cargadores rápidos para camiones eléctricos y sistemas viales eléctricos (que alimentan los vehículos mientras circulan).

La descarbonización de estos subsectores requerirá una planificación a largo plazo y el apoyo estatal. Se necesita I+D de trenes de potencia y combustibles alternativos para reducir los costos y mejorar el rendimiento, así como medidas para desarrollar la infraestructura asociada. Más del 60% de la reducción de las emisiones en 2070 proceden de tecnologías que no están disponibles comercialmente hoy en día.